Mi interés por
los rosales nació prácticamente cuando era pequeña. En casa siempre ha habido
plantas, pero siempre mostraba especial atención a los rosales. Pensaba cómo
era posible que de un puñado de hojas y espinas podía surgir una flor tan bonita,
vistosa y a la vez que pudiera oler tan bien. Con los años, he ido aprendiendo
a través de terceras personas técnicas de poda o mantenimiento para que se
vieran bonitos todo el año.
En el caso de los
rosales, el periodo de poda puede estar algo más extenso que los árboles,
puesto que estos no comportan tanto trabajo. Pero se ha de tener en cuenta que
en el momento que se ve que el rosal empieza a sacar hojas pequeñas ya no se
puede hacer nada, porque pones en peligro la floración de la planta. Se vuelve
a ver actividad cuando ha pasado el frío y esto es señal que la savia está
empezando a fluir otra vez por las ramas. Por eso, es aconsejable podar el
rosal cuando la sabia está baja, es decir, cuando está en las raíces. Así nos
aseguramos que no se puede dañar de ninguna forma.
Cómo se ha visto anteriormente, la fotografía de la izquierda tenemos el rosal y su entorno sin podar ni arreglar, y a la derecha ya está podado y el suelo limpio de malas hierbas. A continuación, explicaré el proceso que seguí para dejar bonito este ejemplar que en este caso produce rosas blancas.
Antes que nada, hice una valoración rápida mirando a qué altura querría cortar las ramas. Después, cuáles tendría que sacar y finalmente sacar hojas que, en un futuro, entre esta poda y la del año próximo se pudieran convertir en un problema. Una vez identificados todos los puntos a hacer y todo ello para mejorar la visibilidad del suelo, saqué las malas hierbas y aprovechando que había superficie aprovechable, planté unos bulbos de unas flores. Seguidamente, con las tijeras de mano, las pequeñas, hice un vaciado general para mejorar la visibilidad. Este proceso se hace principalmente para facilitar al final la decisión de cómo quedará o incluso de darle una forma específica. Retiré aproximadamente unos cincuenta centímetros de ramaje sobrante sobraba. Ahora que ya tenía la base clara, solo quedaba profundizar más. Esto quiere decir prestar mucha más atención a lo que se está haciendo. En este punto era cuestión de mirar el rosal por encima y eliminar las ramas u hojas que tuvieran una crecida hacia el interior de la planta y dejar todas las que tuvieran una crecida hacia fuera. Es imprescindible también que, en el momento de hacer el corte, dar un ángulo (normalmente a 45 grados) para evitar que se pueda acumular agua o que una helada pueda perjudicar la herida. Depende de donde esté ubicado, en este caso está contra una pared, tampoco interesa dejar ninguna que pueda crecer en aquella dirección. Cuando ya terminé de sacar todo lo que tenía que sacar tanto ramas como hojas, el trabajo ya estaba hecho. Esto lo hice en una media hora.