Mi proyecto personal empezó en 2011, cuando mis padres me regalaron mi primer cactus en la edad de catorce años. Se trataba de Parodia Magnifica. Hoy en día, todavía es vivo, tiene exactamente once años. Este cactus supuso un antes y uno después en mi vida. Un cambio que saldría a la luz unos cuántos años más tarde. Muchos de los que estáis leyendo esto podéis pensar que no hay para tanto, que solo es una planta, pero si una cosa tengo clara y puedo decir del cierto que me define es el simple hecho que un cactus me representa. Esta afirmación la tengo clara desde hace relativamente poco, cuando leí una frase que explicaba el significado de los cactus. Dice así: «Según el FENG SHUI esta es una planta considerada guardiana y ayuda a las personas a encontrar su fuerza interior en medio de la soledad. Son purificadores del ambiente y el agua que retienen simboliza nuestras emociones y sentimientos. Sus espinas pueden parecer inofensivas por nosotros, pero son una parte integral de su sistema de defensa y simboliza la protección contra las visitas peligrosas y no deseadas». Entonces, al leer esta definición, entendí enseguida que los cactus eran mi mundo y que tenía que hacer el posible para poder aprender más sobre ellos, saber sus nombres científicos y todo el que me fuera posible para familiarizarme todavía más tanto con los cactus como con las plantas en general.
Después de pasar unos cuántos años trabajando en otros sectores, como la hostelería o las fábricas, decidí que no podía continuar así y curiosamente, al mismo tiempo que empezaba la pandemia de la covid-19, encontré un ciclo formativo que encajaba perfectamente con mi perfil. Un grado mediano de jardinería y agricultura ecológica. En el momento supe que era aquí, que había descubierto la puerta hacia mi propia felicidad. El 2019 emprendía este camino ya con una colección prácticamente de 200 cactus. Prácticamente, dos años más tarde, el 2021, más exactamente en diciembre, acababa el curso, tanto teoría como práctica. Ahora, ya podía empezar a trabajar del que quería, y del que siempre me había gustado, pero como veces suele pasar, las cosas no salen como se quiere que salgan. No conseguí ningún trabajo de jardinera, sin contar los trabajos que yo podía hacer por mi cuenta y tuve que volver a las fábricas. Yo me cogí este cambio como una decepción, una derrota ante el futuro que tenía a tocar de dedos. Si bien es cierto que dicen una puerta se cierra y otra se abre, exactamente esto es el que pasó. Había sentido a hablar de unos cursos subvencionados que te ofrecían un certificado acreditando que habías estudiado el que fuera, y pensé que podría ser una buena opción también. Así que me puse manos al trabajo y consideré un para trabajar de forestal. De golpe, lo vi como una oportunidad de seguir con mi formación dentro de este ámbito, y vi que una puerta se abría ante mí. Había descubierto mi lugar otra vez. Había conseguido la vía de escapada de las fábricas, había encontrado el futuro que tanto anhelaba. Ahora, a marzo del 2022, me espera un año de teoría, práctica y trabajo de forestal. Y por supuesto, seguir con la colección, que ya tengo más de 500 ejemplares.